Malditos bastardos

No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.
Tarantino me entretiene, pero es un director totalmente sobrevalorado. Es conocido por sus manidos flashbacks (que aquí controla) y sus bandas sonoras (que en ésta no pega ni con cola), y por ser una especie de Peckinpah con chistes: mucha violencia desmitificada con bromas más o menos macabras. Y aquí se marca una fantasía pseudohistórica en la que no deja de lado su histrión, contaminando con él los puntos fuertes que, desarrollados de otra forma, podría dar lugar a una película mejor, menos superficial.
Para un director menos figurín, los citados malditos bastardos no pasarían de ser un macguffin, una anécdota que parece que guía la historia, pero que en realidad no llevan a ninguna parte, porque la verdadera historia está en otro sitio: el detective cazajudíos y la superviviente que busca venganza, y encuentra una no exenta de cierta poesía; pero tiene que haber violencia + humor, curioso sintagma cinematográfico del megalómano éste.

Lo más destacable son las actuaciones. No todas (porque Brad Pitt no es el mejor actor del censo, si bien ha mejorado mucho desde Thelma y Louise y acierta a poner acento sureño), pero sí la del coronel Landa (hay unanimidad con el trabajo de Christoph Waltz, es un personaje escalofriante que da para mucho mucho más), Diane Kruger, que da vida a la actriz Bridget von Hammersmark (que, como los malditos bastardos que dan título a la película, debería ser un personaje mucho menos importante), Daniel Brühl, que da vida al fantasmón nazi que se dedica a fardar de sus hazañas bélicas, y el personaje que más me ha gustado, aunque pueda tener algo de ripio: Mélanie Laurent como Shosanna Dreyfus; de verdad que esta historia daba para mucho más, Tarantino, que el rollo pseudowestern con nazis que te has montado una vez más (no bastaba con el sushi western de Kill Bill, ahora quiere un chucrut western).

No es tan mala como esperaba: tiene escenas de gran tensión dramática, aunque decae a mitad de la película, porque la trama tiene sus puntos flacos, pero los fans incondicionales de Quentin Tarantino comulgarán con sus ruedas de molino y los que no le vemos todo el chiste, seguiremos pensando que tiene ese punto fantoche que su autoconcepto le impide abandonar.

Por último, resaltar lo osado de no rodar -ni mucho menos- toda la película en inglés; los alérgicos al subtítulo habrán sufrido con tanta lectura sobrevenida; los que prefieren el doblaje se perderán la otra gran baza sutil de Malditos bastardos.

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