Hiroshima, mon amour
No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.Vista la fecha que es, vi la película esta mañana, para hablaros de ella. Como se ve en el cartel, está dirigida por Alain Resnais, un director conceptual, y escrita por Marguerite Duras. Es una película más francesa que La Marsellesa, así que, a quien no le guste el cine francés, le puede dar cien patadas, por decirlo finamente.
Emmanuelle Riva interpreta a una actriz que está rodando en Hiroshima, en 1959, un filme sobre la paz. El penúltimo día conoce a un japonés, interpretado por Eiji Okada, con el que se lía. Hay mucha conversación y poca acción a lo largo de los 90 minutos aproximados que dura la película. Para un estadounidense, es de esas películas donde se ve crecer la hierba –aunque, más concretamente, se ve crecer el pelo... |
La historia personal de la Duras pesa en la película: por un lado, el amor más o menos prohibido y, por otro, el amor con un oriental. A la autora se la recuerda por El amante de la China del Norte (que Jean-Jacques Annaud adaptó al cine), en el que una nínfula se acuesta, un poco por dinero y un poco por placer, con un chino rico en la Indochina colonial. Aquí es más la atracción entre los personajes que otro tipo de conveniencias.
Cuando no es la primera vez, las personas aportan algo más que ellas mismas a una relación afectiva: su experiencia emocional. ELLA (Duras no dio nombre a ninguno de los dos) revive, mediante este amor a un desconocido –y a raíz de una pregunta que él le hace- un amor antiguo: ¿Dónde estaba ella cuando la bomba de Hiroshima?
Aborda de frente una cuestión sobre la que los franceses han pasado de puntillas, y que les atañe como parte de su historia: el castigo impartido a los colaboracionistas. La imagen del francés medio durante la ocupación alemana, según el cine, es la del resistente irredento, cuando, seguramente, por miedo o por lo que fuera, había más colaboracionistas –o quizás gente que lo fue, pasivamente- de lo que les gusta recordar. A una mujer que, por ejemplo, haya mantenido relaciones afectivas y sexuales con un alemán, la rapaban la cabeza y así la paseaban por toda la población para que la gente supiese que colaboraba, como si no fuera bastante haber perdido al amado al acabarse la guerra.
Como es normal, y tratándose de Hiroshima, no podemos eludir el tema atómico; al fin y al cabo, la película que ELLA rueda es sobre la paz y la bomba atómica. Por ello, al principio Resnais saca algunas imágenes documentales, con la voz de los amantes de fondo: Tú no has visto nada de Hiroshima. Nada. Yo lo he visto todo en Hiroshima... No son imágenes muy agradables, pero hay que verlas, no hay que olvidarlas.
Como dije arriba, sin embargo, es una película francesa: a pesar del amor y del sexo que existen en la película, hay un elemento racional que le da frialdad a toda la historia; de alguna manera, no puedes evitar sentirte aparte, cosa que con otros filmes –incluso franceses- no pasa tanto. Desglosa tanto su sufrimiento –el de ELLA; ÉL, a pesar de lo ceremoniosos que son los japoneses, se deja llevar más por sus sentimientos y, de alguna manera, empatizas más con él-, explica tan bien las razones, que te limitas a verlas y comprenderlas intelectualmente. Te dicen no a la guerra de una manera tan lógica –aunque se refiera a cómo estropea la vida de las personas-, que reduce el sufrimiento a una sintomatología, no a un dolor manifiesto.
No quiero decir con ello que no me haya gustado. Mi hemisferio derecho la ha apreciado, tanto por la narración –me encanta esa manera de escribir de la Duras- como por su fotografía. Precisamente es su frialdad lo que hace de ella algo interesante: no todo va a ser paroxismo en el amor cinematográfico, ¿verdad?
Cuando no es la primera vez, las personas aportan algo más que ellas mismas a una relación afectiva: su experiencia emocional. ELLA (Duras no dio nombre a ninguno de los dos) revive, mediante este amor a un desconocido –y a raíz de una pregunta que él le hace- un amor antiguo: ¿Dónde estaba ella cuando la bomba de Hiroshima?
Aborda de frente una cuestión sobre la que los franceses han pasado de puntillas, y que les atañe como parte de su historia: el castigo impartido a los colaboracionistas. La imagen del francés medio durante la ocupación alemana, según el cine, es la del resistente irredento, cuando, seguramente, por miedo o por lo que fuera, había más colaboracionistas –o quizás gente que lo fue, pasivamente- de lo que les gusta recordar. A una mujer que, por ejemplo, haya mantenido relaciones afectivas y sexuales con un alemán, la rapaban la cabeza y así la paseaban por toda la población para que la gente supiese que colaboraba, como si no fuera bastante haber perdido al amado al acabarse la guerra.
Como es normal, y tratándose de Hiroshima, no podemos eludir el tema atómico; al fin y al cabo, la película que ELLA rueda es sobre la paz y la bomba atómica. Por ello, al principio Resnais saca algunas imágenes documentales, con la voz de los amantes de fondo: Tú no has visto nada de Hiroshima. Nada. Yo lo he visto todo en Hiroshima... No son imágenes muy agradables, pero hay que verlas, no hay que olvidarlas.
Como dije arriba, sin embargo, es una película francesa: a pesar del amor y del sexo que existen en la película, hay un elemento racional que le da frialdad a toda la historia; de alguna manera, no puedes evitar sentirte aparte, cosa que con otros filmes –incluso franceses- no pasa tanto. Desglosa tanto su sufrimiento –el de ELLA; ÉL, a pesar de lo ceremoniosos que son los japoneses, se deja llevar más por sus sentimientos y, de alguna manera, empatizas más con él-, explica tan bien las razones, que te limitas a verlas y comprenderlas intelectualmente. Te dicen no a la guerra de una manera tan lógica –aunque se refiera a cómo estropea la vida de las personas-, que reduce el sufrimiento a una sintomatología, no a un dolor manifiesto.
No quiero decir con ello que no me haya gustado. Mi hemisferio derecho la ha apreciado, tanto por la narración –me encanta esa manera de escribir de la Duras- como por su fotografía. Precisamente es su frialdad lo que hace de ella algo interesante: no todo va a ser paroxismo en el amor cinematográfico, ¿verdad?
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