Entre pillos anda el juego

No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.

Vi esta película cuando era pequeña: tiene un guión bien elaborado y en absoluto estúpido, al que merece la pena echarle un ojo...

Dos magnates del zumo de naranja de Philadelphia, los longevos hermanos Duke (Ralph Bellamy y Don Ameche) hacen una apuesta sobre qué condiciona más, la herencia o el ambiente. Para llegar a alguna conclusión, deciden intercambiar a un miembro de su exclusivo club, Louis Winthorpe III (Dan Ayckroyd) con un mendigo de la calle, negro por más señas: Billy Ray Ballantine (Eddie Murphy).

Llevan a cabo un ardid por el que Winthorpe pierde su empleo, honra, casa, prometida y amigos, y colocan en su lugar a Billy Ray, que no tarda en hacerse con el cotarro. Afortunadamente, el que tuvo retuvo, y guarecido en el WC de la empresa para fumarse un canutito, Billy Ray descubre que todo respondía a una apuesta: un dólar para el ganador a favor de la premisa ambiental.

A pesar del abismo que lo había separado de Winthorpe durante los días en que lo suplantó, lo hace partícipe de la jugarreta de los Duke, y deciden vengarse con sus propias armas: como parte del negocio consiste en las cotizaciones del mercado de futuros (en sentido estricto, apuestas sobre el valor que dicho zumo tendrá en el futuro), y en Florida ha habido un temporal que puede perjudicar la cosecha, subiendo así el precio de las naranjas, Winthorpe y Ballantine se hacen con dicho informe, dando a los Duke uno más favorable que les haga confiarse de cara a los inversores. Juegan a bolsa reventando primero la demanda y luego la oferta, de manera que baja el precio de las acciones de los Duke; al tratarse de mercado de futuros, es todavía más chungo que la Bolsa al uso: venden lo que no tienen a precio considerable; cuando el informe de la cosecha desazona a los inversores, que venden a precios cada vez más bajos, ellos compran, ganando por el camino la diferencia en dólares de venta - compra.

Al tratarse de mercado de futuros, voto a Dios que me costó primero entenderlo y ahora explicarlo, pero el caso es que han reventado el negocio de los Duke y ellos, a cambio, se han forrado: la apuesta de revancha queda, pues, saldada. La película tiene varios kilos de miga; al margen del tema bursátil, que no es sencillo, hay varias cuestiones, literarias, bíblicas y científicas que podemos esbozar aquí:

• El debate científico: herencia vs medio. Este debate sigue vigente en los Estados Unidos, pero cuando hice Trabajo Social, en las diversas asignaturas de psicología y en alguna más, se mencionaba este debate. Hoy parece demostrado que de donde no hay no se puede sacar, por muy selecto que sea el ambiente en que lo metas a uno...
• La cuestión bíblica: el libro de Job. Cualquier comecuras detectará un dios monstuoso en aquél capaz de apostar con el demonio sobre el alma de un hombre (Job), al que se fuerza a la penuria, mientras el tal Job persiste en adorar a su Dios. Aquí, son dos dioses de las finanzas los que apuestan... pero ni Ballantine ni Winthorpe son Job...
• La cuestión literaria: el príncipe y el mendigo: Si bien no he leído la novela de Twain, no puede olvidarse cuando el principito Winthorpe muerde el polvo de la pobreza mientras el mendigo Ballantine prueba las mieles principescas.

Por último, resulta interesante ver esta película, tan financiera ella, en la que todavía no aparece esa figura tan desagradable que da en llamarse yuppie: son todos niños pera salidos de alguna universidad de la liga de la hiedra; los compañeros de Winthorpe parecen los estudiantes de El club de los poetas muertos unos años más tarde.

Una película entretenida pero que respeta la inteligencia del espectador, en la que también contamos con la presencia de Denholm Elliot en el papel del mayordomo y Jamie Lee Curtis como la prostituta amable que hace más llevadero el infierno a Winthorpe y más agradable su paraíso... ¿Objeciones? Los ricos de verdad nunca se arruinan del todo (siempre tendrán más que una), pero resulta divertido, agradable, a pesar de lo malicioso, pensar que alguna vez pueden salir como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando...