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El color púrpura

No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.
Ésta es mi película de las grandes lloreras. Cuando me compré el DVD -más o menos según lo publicaron- lloré hasta con los documentales. Creo que lo hago por vicio, desde que Celie tiene el primer hijo hasta que se reencuentra con él. Algo me dice, que por lógica, digamos dramática, lloraré mientras escribo este artículo.

Con El color púrpura, Spielberg hace un alto en su carrera; tanto es así, que la música está a cargo de Quincy Jones en lugar del más que habitual John Williams. Basada en la novela epistolar homónima de Alice Walker, resulta una estupenda adaptación al cine de Menno Meyjes.
Sur de Estados Unidos, principios del XX. Celie tiene dos hijos de aquél que cree su padre; éste se los quita según nacen, y Celie cree que sus bebés, Adam y Olivia, han muerto. A Celie sólo la quiere su hermana Nettie; sin embargo, su padre la da en matrimonio -junto a una vaca, para que él acepte- a un viudo con hijos llamado Albert Johnson (Danny Glover).
Al poco tiempo de casarse, su hermana Nettie se va a vivir con ellos, ya que Pa' la mira de forma rara. Sin embargo, como no acepta los lances amorosos de Mr Johnson, éste la echa de su casa. Sólo si me muero dejaré de escribirte, dice Nettie (a estas alturas, se me ha formado el primer nudo en la garganta, no es coña).

Con el tiempo, conocemos el microcosmos (a menudo infernal) en el que vive Celie: Sofia (Oprah Winfrey, que dejó un tratamiento de adelgazamiento para poder hacer el personaje), la mujer de su hijastro Harpo, que verá su vida arruinada por culpa de los injustos blancos, Squeak -que decía llamarse Mary Agnes (Rae Dawn Chong)-, con la que Harpo sustituyó a Sofia cuando salió tarifando con ella, y Shug Avery (Margaret Avery), la cabaretera amante del señor Johnson, con quien Celie tiene la primera relación afectiva desde que se fue Nettie, insinuada con mucha sutileza y sensibilidad por Spielberg.
Shug se casa -con tremendo horror para Albert y Celie- pero a la vez trae un regalo a Celie: encuentra todas las cartas de Nettie; más adelante, se la lleva con ella a Memphis, para horror de Mr Johnson; ella lo reta por primera vez en más o menos treinta años:
Soy pobre, negra, y puede que fea, pero, gracias a Dios, estoy aquí, estoy aquí.
La vida empieza a sonreír a Celie: recibe una herencia y pone una tienda de pantalones; empieza a prosperar. Tanto prospera que, como guinda, el juramento que hizo al señor Johnson se vuelve a su favor:
Hasta que pagues todo el mal que me has hecho, todo lo que intentes se te torcerá.
El color púrpura es una película sobre el perdón. Al final, todas las rencillas quedan saldadas menos, quizás, la de Sofia con los blancos, que le amargan la existencia e impiden que vea a sus hijos crecer; pero Shug se reconcilia con su padre, el predicador, en una hermosa escena en la que Shug canta un himno de misa, God wants to tell you something. Sofia vuelve con Harpo y, sobre todo, Albert se reconcilia con el mundo; de alguna manera, Celie también lo perdona -aunque esto podría dar lugar a un debate-, o, por lo menos, da por saldada su deuda moral.

Aunque no es un musical -aunque esos locos de Broadway van a hacer uno- la banda sonora es una de las maravillas de este filme. El más celebrado es, quizás, Miss Celie's blues, que Shug le dedica en la cantina de Harpo cuando todavía Celie es una doña nadie; sin duda, lo mejor de la ambientación musical está en los arreglos vocales y las ambientaciones étnicas (la música africanizada), además de las dos canciones mencionadas y que canta Shug, un personaje muy profundo.

La fotografía y el tratamiento del color es también interesante: colores alegres -y el color púrpura del título- están presentes cuando Celie es feliz, cuando está con gente que la quiere (Nettie, Sofia, Shug), y son más apagados cuando no están.
Shug, de hecho, es la personificación del color, siempre lleva algo que la hace destacar.

Tanto perdón, de alguna manera, no tiene el mismo sentido sin el reencuentro final: Celie verá concluir sus días rodeada de las personas a las que ama... y, en la distancia, las que perdona; no es un final triste, sino el reencuentro con la felicidad del afecto desinteresado, sincero e inocente (otra vez el nudo...).

Ésta es la obra maestra olvidada por el Gran Público que hizo Spielberg en 1985; y éste es mi pequeño homenaje.

2 comentarios

Luis Fernando Areán dijo...

Es curioso. Cuando vi la peli por primera vez, una de mis dudas era si Albert había sido perdonado por Celie. En su confrontación final, sin palabras, no queda claro. Ahora me doy cuenta de que no importa. Celie decide que el rencor no le robará la felicidad que ha conquistado, que el pasado no tendrá primacía sobre el presente y el futuro. ¿No es ésa la mejor lección del film?

P.D. Lo del perdón es interesante en un cineasta judío, una cultura que vive obsesionada por el perdón...

Fer Fish dijo...

Esta película merece verse ya simplemente por el hecho de que se puede soportar a Whoopie Goldberg en un papel serio, y no en uno de los histéricos "graciosos" a los que nos tiene acostumbrados.