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Amanece, que no es poco

No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.

Antes de nada, no hay que amilanarse ante la aparente incongruencia de esta magistral película: con un poco de atención resultará más meridiana que el día.

Se trata de una película coral, así que ¿por quién empezamos?
¿Por Ngé Ndomo, la minoría étnica –y negro como un tizón- que tiene una novia cuyo marido padece impotencia y a quien su tío, un campesino totalmente primario a quien le gusta beber y andar con putas, todavía no acepta, después de cuarenta años? ¿Por el cabo Gutiérrez, cabeza de la Guardia Civil de lo localidad, cuyo hijo está aquejado de una extraña forma de sonambulismo mingitorio? ¿Bruno, el refugiado de la política que ni va en bicicleta, ni huele bien, ni consigue escribir nada suyo a derechas, y a quien detecta un plagio al mismísimo Faulkner un concupiscente labriego intelectual?
¿Por Don Roberto, el maestro rural, que imparte conocimientos valiosísimos con su gloriosa voz de bajo y les acaba examinando sobre la ingle (¿satisface hoy en día una ingle? ¿Qué ingle?), mientras está secretamente enamorado de Elena, la labriega a quien le sale un hombre en el bancal, quien luego se queda cojito para toda la vida? ¿Teodoro, ingeniero con una plaza en Oklahoma, que viaja con Jimmi, su padre uxoricida, en una moto con sidecar durante su año sabático? ¿Por don Andrés, el cura, que vive con su padre -el pregonero- y su prima, y lo que hay entre los dos últimos? ¿O por el alcalde, que vuelve con una turgente moza de la capital y sus convecinos le piden que la muchacha sea comunal? Es difícil la elección, y aún me he dejado personajes en el tintero...

Y, aunque los lograra enumerar a todos, me quedaría corta: el todo es más que la suma de las partes, y más en este pueblo singular, que no es sino una analogía hispánica. Sí, nos encontramos ante una singular historia de España, desde el Alzamiento (de Hostia, que nadie se vaya a creer) hasta el amanecer (tortuoso) de la democracia. Este curioso crisol de nuestro país, en un ámbito rural (que a Cuerda se le da tan bien reflejar), retrata parte de lo que somos, aunque la desmedida afición por la lógica narrativa nos haga desestimarla a priori.

Por mucho que yo pueda hablar de ella, hay que verla para apreciarla. Y recordad: hay muchas películas contingentes, pero ésta es necesaria.

3 comentarios

Ernesto de la Serna dijo...

Simplemente, obra maestra del cine. Imprescindible.

Luis Fernando Areán dijo...

A mí lo que me parece mal es que no hayas hablado de Góngora, y yo que tengo cuerpo de Góngora... :-D

En realidad es una obra maestra. Es muy difícil mantener la atención en una película tan aparentemente caótica, tan desprovista de un hilo narrativo, y Cuerda lo logra plenamente. Hoy en día pensamos que la alegoría es un reverendo coñazo, pero Cuerda logra resucitarla con sabias dosis de humor.

Sería interesante debatir sobre las alegorías que cada uno descubre; desde el amanecer inusitado, que pone nerviosa a la Guardia Civil, hasta las supuestas elecciones gatopardianas (todo cambia y todo sigue igual), desde los guiños a esa otra gran mirada a esa España sombría del franquismo, "Bienvenido, Mr. Marshall" hasta los intelectuales de tertulia como Garcinuño, enraizado y agostado como aquel hombre del casino provinciano que decía Machado...

wilson dijo...

La tengo entre mis favoritas.

¿Qué ha ocurrido con esta forma de hacer cine?
¿Dónde están estos guiones tan elaborados?