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El hundimiento

No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.
Cuando tenía trece años, en un cine de Vilagarcía d'Arousa, nos pusieron un cortometraje en el que una adolescente se suicidaba por el expeditivo método de hacerse el vudú a sí misma. No volví a sufrir tanto en un cine hasta que vi El hundimiento.

Berlín, 1945. Los rusos se acercan cada vez más. Pero Hitler todavía cree que puede ganar, que puede detenerlos, y no escatimará fuerzas ni recursos para lograrlo.
La población berlinesa está sufriendo un calvario, pero el führer piensa que no ha sabido estar a la altura y se merece su destino.

Él vive encerrado en un búnker -sale a condecorar a unos niños-soldado-, desde donde intenta ordenar un mundo que ya está echadito a perder.

Parte de la polémica residía en que sacaban el lado humano de Hitler.
Los hubo que protestaron: no deberían haber temido mucho, si éste es el lado humano de Hitler -sólo bondadoso con su perro y amable con su secretaria, en cuyo libro se basaron en parte para rodar la peli-, son los nazis que pululan por el mundo los que deberían protestar: un manojo de nervios que Bruno Ganz reproduce fielmente y un histérico redomado, aparte de una persona cruel, a pesar del perro de marras -lo más humano por su parte es, efectivamente, condecorar al niño de marras y salirse cuando sacrifican a su mascota-.
Aparte de los desquiciantes bombardeos -me pasé toda la peli con el cuerpo crispado, pues sonaba el silbidito al que siguen las bombas, dios mío, cómo odio las mascletàs, aunque sean en el cine-, había escenas en el pueblo alemán -como ese ejército urbano que va ajusticiando desertores en estos tiempos difíciles- que ponen los pelos de punta.

Sin embargo, lo que más me impactó fue la familia Goebbels. Escapa a mi entendimiento cómo gente culta -porque no creo que ni Josef ni Magda Goebbels hayan surgido del lumpen cultural- se somete tanto a una idea, que son capaces no sólo de suicidarse, sino de matar a toda su progenie.

En suma, una inteligente película de guerra, es interesante verla, pero yo recomendaría tener el ánimo preparado y los pañuelos a mano, porque, entre unas cosas y otras, te deja hecho polvo.

3 comentarios

Luis Fernando Areán dijo...

Hasta donde se me alcanza, la película es rigurosísima en su relato de los hechos históricos. Es interesante que, a pesar de ello, su estructura dramática sea tan buena.

Algunos historiadores han objetado el retrato no tanto de Hitler, que parece acertadísimo (y genial la interpretación de Bruno Ganz, que pasó de ángel a demonio), sino de algunos de sus colaboradores, incluyendo al cuñado de Eva Braun, un auténtico hijo de puta, de cuya muerte nos apiadamos, o el general que defiende Berlín, cuyo nombre no recuerdo.

Siendo una película alemana, es lógico que intente buscar en algún personaje alguna virtud redentora, pero esto es lo de menos.

La película logra envolvernos en su ambiente maldito; asistimos con impotencia y horror a la muerte de los hijos de Goebbels, con repugnancia a los patéticos fantasmas deambulantes de Hitler y del ministro de Propaganda, con indignación al espectáculo untuoso de los generales Keitel y Jodl.

La muerte de Hitler es una liberación: todo el mundo, al saberlo, saca un cigarrillo y se pone a fumar en el bunker.

¿Cómo fue posible el nazismo? Lejos de contestarlo, la película nos plantea nuevos interrogantes sobre la increíble capacidad humana para la maldad y la locura.

Fer Fish dijo...

Pues yo tuve la suerte de verla en la misma sala que Pablo Ibáñez (defensa central del Atleti).

Ernesto de la Serna dijo...

Tu idolo: son comentarios como este los que dan sentido a tu nick.

La peli la tengo pendiente para verla un dia de estos. Tengo la complicacion de que mi santa odia las peliculas de guerra.