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¿Qué fue de Baby Jane?

No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.
Ésta es, probablemente, la mejor película de miedo que he visto, y que disfruto viendo. ¿Por qué? Porque la fuente de terror no está en un anormal con una motosierra, un cadáver vestido con rayas marineras y con cuchillas en las manos o en el amplio y eficiente más allá: el mal es la mezquindad, los celos, el resentimiento y el odio de personas normales, con las que, me consta, tenemos más posibilidades de encontrarnos.

Baby Jane Hudson (Bette Davis) fue una de esas repipis niñas estrella en 1917, tipo Melody o María Isabel, pero cantando cosas más en consonancia con su edad. Con el tiempo llegó el olvido de Baby Jane y el ascenso al estrellato hollywoodense de su hermana Blanche (Joan Crawford).
Sin embargo, cuando empieza la acción, la acción que aterra, vemos a Blanche confinada a una silla de ruedas y a Baby Jane vagando a sus anchas por una casa de estilo español de las muchas que debe de haber en Los Angeles, y bebiendo como una esponja, celosa y déspota... y hasta ahí puedo leer.
Esta película tiene tres aliados indiscutibles: un guión lúcido y perfectamente hilado, un tour de force entre dos actrices -espero no quedarme corta- magistrales y una fotografía -sí, en blanco y negro- perfecta.

Aunque no dé más detalles sobre este filme dirigido por Robert Aldrich, si contaré una anécdota bastante afín al personaje de Baby Jane (y acaso también al Bette Davis, vete a saber): durante el rodaje, se hizo instalar en su camerino una máquina de coca-colas, no porque fuera adicta como quien os redacta estas líneas, sino... ¡por hacer rabiar a la Crawford, casada con un ejecutivo de Pepsi!

3 comentarios

wilson dijo...

La anécdota de la Davis es muy sustanciosa. Dicen que era una mujer terrible, casi tanto como la película.

wilson dijo...

Pues, ea, la voy a buscar para verla otravez. Me has metido el gusanillo.

Su dijo...

Jeje, la tentación en celuloide...