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Los mundos de Coraline

No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.
Me leí la novelilla hace unos cuantos años, y tenía tremendas ganas de ver la película, estupenda adaptación y estupenda película de animación, aunque no sé si exactamente infantil; como Miyazaki en El castillo ambulante, muestra una de mis fantasías infantiles de un universo detrás de una puerta aparentemente inocua.
Coraline Jones se muda con sus padres de Michigan a Oregón, instalándose en un edificio histórico (150 años) donde ella es la única niña, y no cuenta demasiado. Un día llega a sus manos una muñeca demasiado parecida a ella y con botones por ojos, y poco después se le abrirá una puerta pequeña que le mostrará un universo paralelo, donde sus padres alternativos tienen botones por ojos, pero le hacen muchísimo caso... desde luego, son mucho más guays que los suyos. Pronto se dará cuenta de que nada es lo que parece (y mira que se lo advierten los distintos personajes) y de que nadie da duros a pesetas.

La dirección es de Henry Selick; para quien le suene el nombre, es el director de Pesadilla antes de Navidad (aunque la gloria se la llevó Tim Burton, que era el productor), y está rodada en stop motion, lo cual es estupendo en estos tiempos de animación 3D por ordenador.

Se cuida mucho el aspecto cromático de la cinta: de un lado es todo apagado, colores casi grisáceos, contrastando con el universo colorista de la madre alternativa; pero esto no está limitado a una simple oposición: cuando la magia de la madre pierde su fuerza, todo se torna blanco y negro, arenoso. Este paralelismo cromático no es el único entre ambos mundos: en ambos tiene ayudas de los estrambóticos vecinos o del gato, aunque no en ambos se expresen igualmente; y el aparente fin de Coraline o de la malvada bruja se sella con un eclipse, real o figurado.

La película -el libro- tiene fuentes fácilmente sondeables. La primera es Alicia, con referencias manifiestas como la puerta pequeña que atraviesa siguiendo a un roedor (conejo, ratón ¿qué más da?), llegando a un universo parecido al suyo pero no igual; en ambas, la heroína, una niña prepúber, se encuentra con un gato que habla, y desaparece con mayor o menor destreza. La otra es, sin duda, Hansel y Gretel: los niños atraídos por una casa de caramelo, regentada por una bruja de cuidado; como aggiornamento, resulta ser bastante eficaz. Pero son deliciosos esos toques un tanto fin-de-siécle, con el homo circensis y las hermanas de opereta que viven en el sótano con sus mil perros vivos o muertos; atención a la escena que evoca la noche estrellada de Van Gogh.

En el patético panorama cinematográfico actual tenemos que mirar a la animación como la gran esperanza a la hora de esperar películas que entretengan y atrapen al espectador sin subestimarlo. Ojalá fuera contagioso.
PD Detesto la traducción del título, ya sé que soy tiquismiquis, pero el nombre de la protagonista tiene toda la fuerza.

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