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Luces rojas

No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.

No sé si categorizarla en parodia, surrealismo, Sci Fi, Fantasía, terrorismo o violencia familiar, aunque supongo que el director pensaba en Suspense o Terror. Pero es que fue tan grande la sensación de estafa, que no sé si seguir los etiquetados convencionales.

La psicóloga escéptica Margaret Matheson y su asistente, el físico Tom Buckley, son especialistas en desenmascarar fenómenos paranormales fraudulentos. Cuando el famoso psíquico Simon Silver reaparece tras muchos años de ausencia, Tom se obsesiona con investigar si Silver es un fraude o no.

La película está muy bien documentada sobre el trabajo de otros cazapsíquicos como James Randy, sobre todo en la escena en que cazan a Leonardo Palladino (grato sorpresón de ver a Leonardo Sbaraglia, aunque fuera en un papel tan desagradable) e intenta mantener la intriga con pequeños sustos y fenómenos inexplicables, pero, aparentemente, siempre desde la perspectiva escéptica. E incluso dan explicación lógica a todos los pufos, desenmascaran a Silver (arriba aviso de que puede haber spoilers, reclamaciones al maestro armero) desde la lógica, por lo que la vuelta de tuerca final no viene a cuento de nada.

Llega un momento en que la cosa se desmadra y pierde toda lógica, cuando menos, dramática. El tal Tom se pone a perseguir a Simon Silver (que es Robert de Niro en horas bajas, no se escuerna demasiado) hasta el punto de ir a su show (siempre pese a las admoniciones de Margaret, la gran Sigourney Weaver); mientras, sus subalternos ven un video con detenimiento y encuentran en qué consiste el fraude de Silver (desde la lógica pura y elemental); sin embargo, está cantado que tiene que haber enfrentamiento Tom-Simon.

A estas alturas el guión empieza a hacer aguas mayores. Un enviado de Simon, que para colmo silba el aria de Papageno de La flauta mágica (lo siento, pero soy muy fetichista, es mi ópera favorita y Papageno uno de mis personajes predilectos del mundo de la ficción; y, para colmo, encarna una visión totalmente materialista del mundo, sin misticismos ni nada), le parte la cara a Tom contra los sanitarios sin venir a cuento de nada (porque no nos han presentado a este personaje). Por si esto fuera poco, después Tom se enfrenta a Simon en público y lo desenmascara.

Y entonces, la hecatombe. El tal Tom es un psíquico. Sin comerlo ni beberlo. No sólo que en ese momento se pase por el arco del triunfo toda la postura escéptica que aparentemente defendía (y que en Hollywood no vende), es que es un dato para el que supuestamente te han preparado con escenas rollo poltergeist (cosas que cambian de sitio, pájaros que se estampan contra el cristal), pero que no funcionan, porque

a) la peli no va de descubrir cómo Tom descubría que era psíquico;
b) psicológicamente el tuper que me acabo de zampar estaba más desarrollado que la trama de la película y el conflicto del personaje escéptico-pero-psíquico.
Esto es un deus ex machina, no hay más. Los grandes trágicos griegos ya pensaban que los deus ex machina sirven para limpiarse el culo de cara a la tragedia. Querer dar un golpe de efecto en plan El sexto sentido sin preparar realmente a la audiencia (y justificándolo con escenas que según el director sí preparan a la audiencia) es ser tramposo o sacar a pasear la maquinaria divina. Y si ya Esquilo vio que no funcionaba, no sé por qué va a empezar a hacerlo ahora.

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