Tess

No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.

Basado en la novela de Thomas Hardy, este melodrama de Polanski nos cuenta la triste historia de Tess de los d'Urbervilles por las ínfulas de tener un nombre respetable.

El párroco de su pueblo tiene la costumbre de llamar a su padre sir John: cuando éste le pregunta por qué le llama así (dado que se ciñe al prototipo de borracho inútil y haragán), éste le cuenta de su linaje, que ha estudiado acuciosamente. Al padre le entran delirios de grandeza, y cuando alguien le dice que hay unos d'Urbervilles en un pueblo más o menos cercano, manda a su hija mayor Tess (Nastassja Kinski), la única sensata de la familia, poco menos que a mendigar en virtud del nexo familiar que les une. La pobre Tess vivirá desde entonces un vía crucis, del que parece redimirla el amor, pero tendrá que sudar por una absolución que no le corresponde a ella solicitar, porque encima es más buena que el pan y traga lo intragable y, cuando se rebela, acepta su destino con gran entereza. Esta película tiene mucha ironía en la trastienda, si consideramos que puede ser una crítica de la situación de la mujer en la época victoriana (casarse bien y tener buen nombre o estás expuesta a las inclemencias de hombres abusivos, llevándote encima la mala fama tú, y no el abusador) de manos de un director con una historia a sus espaldas tan truculenta, por muy buen oficio que tenga tras la cámara.