La Tierra de abundancia de Wim Wenders
No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.Siempre que empiezo a ver una peli de Wenders temo que no me guste, que sea demasiado densa. Sin embargo, tanto con El cielo sobre BerlÃn, como con ParÃs, Texas y ahora con ésta, me he encontrado con poesÃa en fotogramas -una nueva concepción para la métrica clásica que no requiere rima- que deja un poso para varios dÃas.
El fin de semana pasado vimos la que, hasta el momento, es la última obra del realizador alemán Wim Wenders. De nuevo nos trasladamos a tierras estadounidenses.
En esta ocasión, Wenders se traslada a Los Angeles post-11S: tenemos dos personajes: Lana, una chica idealista que, según la impresión que yo saqué, acaba de venir de Cisjordania, donde trabajaba activamente por la paz entre israelÃes y palestinos. De nuevo en LA, empieza a trabajar -no sé si como voluntaria- en una parroquia o congregación pastoral donde se da auxilio social a los indigentes: viven en la cara B del sistema. |
Sin embargo, el personaje de Paul, que en un principio se perfila como patético, es capaz de evolucionar a lo largo de la pelÃcula. Siguen persiguiéndolo sus fantasmas, pero cada vez queda menos claro cuáles son, dónde está la materialización de esos fantasmas. (Esto se ve cuando entra en la casa de la anciana, a la que la tele se le ha encasquillado en un noticiario con George W. Bush como perenne protagonista. Paul da un golpe, y el televisor, y acaso él, cambian la sintonÃa).
Lana y Paul convergen a raÃz de un asesinato: uno de los usuarios del albergue donde está ella: el joven Hassan, de quien Paul sospecha que es terrorista. Lana, llena de piedad, consigue que Paul, que por cierto es su tÃo, lleve el cadáver a casa del hermano; Paul lo ve como una oportunidad de desenmascarar la red terrorista que está persiguiendo, cuando en realidad vive un paquistanÃ, hermano del difunto, con ganas de prosperar, de vivir cómodamente, de mirar hacia delante, aunque sea vendiendo cartones.
Paul y Lana encarnan dos distintas visiones ante el horror, que, en esta ocasión, es la irracionalidad de derribar dos torres con sendos aviones. | ![]() |
Dos personajes con una concepción tan dispar del mundo confluyen por intercesión de la madre de Lana y hermana de Paul: pide a Paul que la cuide de un mundo tan hostil; hace un momento me estaba preguntando si no era ella quien cuidarÃa a Paul, pero escribiendo esto me he apercibido de que es la candidez entusiasta de Lana la que corre peligro en un mundo donde la agresividad paranoide campa a sus anchas.
1 comentario
Comentaba alguien que Paul es una alegorÃa de la reacción tÃpica de la derecha de EE.UU.: albergar sospechas paranoicas sobre todo el mundo, dar palos de ciego...
La pelÃcula deja muchos cabos sueltos, en el mejor sentido. Ante el problema del terrorismo, no sabe dar una respuesta única. Lana no tiene la verdad. Tampoco, evidentemente, Paul. Pero Lana se acerca más cuando dice que hay que escuchar a los muertos, y que probablemente no les hubiera gustado que muriera más gente por su causa.
Tal vez es una aceptación de que el mundo es terrible, pero que hay que seguir viviendo a pesar del odio.
Publicar un comentario