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Munich

No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.
Ya sabéis que opino que Spielberg se tira años haciendo películas comerciales que al final pasan sin pena ni gloria (como La Terminal), pero que siempre se guarda un as en la manga... Pues bien: Munich es ese as; concretamente, el de bastos.

En las Olimpiadas de Munich de 1972, once miembros del equipo israelí fueron secuestrados por un grupo palestino; por un error de la policía alemana, que no supo manejar la situación, murieron todos los rehenes. El gobierno de Israel, por aquel entonces a cargo de Golda Meir, decidió vengarse y matar a once terroristas palestinos -que entonces sólo se llamaban árabes-.
Avner (Eric Bana) es un hombre, inminente padre de familia, que trabaja para el Mossad. Éste le da una nueva misión: matar a once palestinos que se dedican a preparar atentados o captar activistas para la causa. Avner deja de existir, al menos como agente del Mossad, y se convierte en un asesino del Mossad que se pone a buscar el paradero de los once en compañía de otros cuatro activistas en su misma situación jurídica que él.

Contacta con gente que, por el módico precio de 200000 dólares (de 1972) por nombre, le van proporcionando paraderos.
Al principio extreman los cuidados, pero, según van atentando contra unos y otros, van descuidando los efectos colaterales.

Es interesante ver la fuente de información que este grupo paramilitar / terrorista -pues es lo que acaba siendo-: si bien dicha fuente ¿no sabe? quiénes son ellos (el patriarca, el jefe de la organización da a entender que sí lo sabe), ellos tampoco saben quién es esa organización, qué hace realmente, para quien trabaja o, más concretamente para quién más trabaja. Habría que pensar si realmente los objetivos militares que le fija el Mossad -aunque para otras cosas reniegue de él- son lo que le han dicho que son, o sólo unos hombres de negocios / letras que viven en Europa. Ideas como éstas y el hecho de que haya quien quiera matar al grupo de Avner dan lugar a que se emparanoie ¿inmotivadamente? con ese trabajo del que no puede hablar a nadie...
Si bien Steven Spielberg es un buen director de actores, sus directores de reparto se lo ponen fácil. Especial mención a Geoffrey Rush -no se le ve, está escondido detrás de Ephraim-. También está muy cuidada la producción -aunque tiene algunos fallos, detallados en el imdb-, en general está muy currada.
La peli nos cuenta, en definitiva, la historia de una venganza y las consecuencias que esa venganza tiene para las personas que la hacen efectiva; escuchamos todas las voces: la del gobierno israelí, que defiende la matanza, la del ciudadano israelí que no se cuestiona la manera en que lo defienden, la del judío que teme perder el alma por la manera en que se comporta (el artificiero interpretado por el francés Matthieu Kassovitz), la del palestino, que lucha por su hogar porque no le dejan que lo sea... Y la de Avner, antaño convencido, ¿y al final?

Se me ocurrió sugerir que, en parte, criticaba la política de Bush de Guerra al Terrorismo; al Barbas en un principio no le gustó, pero me permitió explicarme: tan alegremente nos metemos en el jardín de una venganza por un atentado u otro, y al final ellos responden con tres atentados, o un avión secuestrado. Es muy fácil promover guerras santas desde el gobierno, sabiendo que al final no es uno quien las libra, y que los peones se mueven solos. La venganza no es un camino recto. Es un bosque, y, como en un bosque, es fácil perderse, olvidar dónde entraste... La frase es de Hattori Hanzo, el espadero de Kill Bill I, pero encaja como un guante en esta película. O, citando a Gandhi, ojo por ojo, y el mundo acabará ciego.

En resumen: altamente recomendable. Especial mención al plano final.

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