La chica del puente
No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.He aquí una de mis películas favoritas, aunque seguramente no estará entre los Cien Grandes Flins de Todos los Tiempos. Sin embargo, a mí me encanta por su sutileza -habrá quien me diga que impostada- y poesía, empezando por el blanco y negro -desde el cine en color, la elección de B/N es una posición estética- y siguiendo por la historia que nos cuenta.
Gábor (Daniel Auteuil, con una mirada entre desamparada y acogedora) es un lanzador de cuchillos que se encuentra en un puente sobre el Sena a Adèle (Vanessa Paradis, seductora y desvalida) a punto de hacer una tontería. ¿Convencido? de que ella es la llave de su suerte, logra que forme parte de su espectáculo: ella será la diana. |
Mi escena favorita es en Italia: ella ha dejado a uno de sus muchos ligues para volver con Gábor y le dice: ¿por qué no vamos a un sitio apartado y me tira unos cuchillos? -porque se llaman de usted toda la película-. La alegoría sexual es muy obvia, pero no por ello me gusta menos. Cierto que la canción de Marianne Faithful, Who will take my dreams away?, ayuda a la emotividad (de hecho, no puedo escucharla sin conmoverme).
Después de este clímax en la relación, ella cree que su suerte ha cambiado, y abandona a Gábor por un griego guaperas, cuya recién casada recicla Gábor para su espectáculo con funestos resultados. Ella desde Atenas y él desde Estambul se comunican su desasosiego hasta que se reencuentran, casi desahuciados, sobre el puente Gálata de Estambul, y no les cuesta nada unirse de nuevo, a pesar de haber vendido los cuchillos: juntos volverán a conjurar la buena suerte.
El final cierra una suerte de ciclo -con variaciones, y ya dice Vargas Llosa que a los franceses esto de las iteraciones, los déja vu en las narraciones les gusta mucho- que te deja con un sabor de boca exquisito, emotivo, y la cámara se aleja abriendo un plano sobre Estambul...
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