No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.
Que me aspen si
La cinta blanca habla del nazismo, como dicen tantas sesudas crÃticas que pululan por internet: la acción se ubica en 1913, cuando es impensable hablar de nazismo, pues ni el Tratado de Versalles ha humillado a Alemania, ni el crack del 29 le ha puesto la puntilla. Pero ya se sabe que una pelÃcula que transcurra en Alemania en el siglo XX, y más si hay una guerra por medio, está relacionada con el nazismo, como si el mundo entero hubiera sido un remanso de paz hasta 1933 ó 1939.
 | En realidad, nos hablan de violencia inexplicable y gratuita. ¿Cuál es el verdadero origen de la violencia contra el prójimo? ¿El rencor? ¿La venganza? ¿El Antiguo Régimen y sus consecuencias (que en Europa empiezan a difuminarse con la guerra del 14)? ¿El tedio? Hay tantas respuestas a esta pregunta como espectadores puede tener esta pelÃcula. Pero a todos nos gusta ver en el nazismo la cristalización del mal, como si con ello pudiéramos eximirnos de cuantas cabronadas podamos infligir al prójimo. |
Al margen del trasfondo filosófico de esta pelÃcula, a mi entender, deudor del Thomas Mann de
La montaña mágica, aunque más ligero en las formas, tenemos una pelÃcula morosa de los detalles, contenida en un universo opresivo que a algunos podrá evocarles a Bergman, aunque muestre un universo próximo a
Los santos inocentes, por rara que pueda sonar la similitud entre Brandenburgo en los diez y la Extremadura profunda en los sesenta. Nada sobra en esta pelÃcula de dos horas y media (que se pasan volando) y, para el espectador atento, nada falta: entre otras cosas, en ocasiones la imaginación puede ser más violenta que la imagen más sangrante; y esto, en buena parte, es lo que quiere decirnos Michael Haneke.
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