Elisa K
No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.
La segunda parte de la película, mucho más breve, en color y en directo, sin narración en off, empieza cuando, inopinadamente, Elisa se acuerda de lo ocurrido quince años antes y tiene una reacción, como mínimo, lógica; pide ayuda a su madre, que se la lleva a su pueblo catalán, donde empieza a poner sus cosas en orden. Finalmente, enfrenta a su padre, que estaba dormido en el momento en que fue agredida.
Basada en una novela de Lolita Bosch, lo que más me ha llamado la atención es esa distancia tanto en la infancia de Elisa -reflejada en una cámara distante y la voz en off- como en su etapa adulta, aunque narrada en estilo directo, con una cámara distante y en planos raros. La carga dramática se la lleva el espectador a casa -o en mi caso al dormitorio-. También llama la atención que tratan el trauma de forma canónica, con memoria de cosas horribles como la pulsera de plata o el columpio del patio, sin que para Elisa tengan explicación. Las dos chicas -Elisa niña y Elisa joven- se parecen, pero casi me gusta más Clàudia Pons, la niña.
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