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Amélie

No leer si no se ha visto y se está interesado en verla: puede contener algunos spoilers.

La vi en el cine hace 10 años y puedo decir que recordaba lo esencial, mas no las sutilezas. Esta vez la he visto en francés con subtis en francés y me he perdido alguna sutileza más -como alguna conversación en el café deux molins-, pero lo esencial sigue sin escapárseme.

Amélie Poulain crece con dos padres un poquito raros y sobreprotectores pero no afectuosos, sin contacto con iguales, en pueblo cercano a París. Cuando crece se coloca como camarera en un café de Montmartre, donde vive -y donde se ambienta casi toda la película-. Un buen día, a raíz de la noticia de la muerte de Lady Di, descubre un tesoro de un antiguo inquilino, resuelve devolvérselo, y al ver el bien que ha hecho, se pone a hacer de benefactora, hada madrina en las sombras, de cuantos conoce. Uno de ellos es Nino Quincampoix, del que se enamora -con ese aire distraído de Matthieu Kassovitz, pa chasco-, pero con el que no ve que haya posibilidades. Y en realidad la peli trata del acercamiento de los dos, totalmente desfasados de su mundo, él un soñador que trabaja en un sex shop, ella un lobo estepario que se esfuerza por hacer feliz a alguien fuera de ella misma, a quien desatiende un poco.

La historia, así contada, es un poco convencional, pero Jeunet le pone varias capas de cultura occidental y la adereza; de hecho, los fans de Delicatessen pueden ver ese ritmo y esa manera un poco distorsionada de presentar las cosas -más el celoso, un típico actor de las pelis de Jeunet-, si bien aquí la luz brinda a todo una cierta pátina de cierto clasicismo bohemio, entre color verde botella y rojos muy cálidos. Además está el vecino, Mr Dufayel, que, por su problema de huesos de cristal, ve el mundo a través de una cámara o de una ventana -cristales después de todo- y del cuadro de Renoir El almuerzo de los remeros, a través del cual descifra su cosmos y a la gente de alrededor, un poco como en el mito de la caverna de Platón, pero con más lucidez que los encerrados del mito, pues se permite darle los consejos que su padre no sabe obsequiarle, pues vive pendiente de su gnomo de jardín.

Puede chirriar a quien odie el cine francés, pero en general se deja ver muy bien, no incurre en la moñez melosa por tener mucho humor y encima salen mis partes de París favoritas (Montmartre y canal de Saint Martin). Para volver a ver de vez en cuando.

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